Alirio Díaz Leal
Octavo hijo de padres campesinos, nació el 12 de noviembre de 1923 en La Candelaria, caserío caroreño del Estado Lara. De niño demostró aptitudes musicales y una natural curiosidad por la cultura. Allí vivió hasta los dieciséis años, cuando empujado por los deseos de vivir y estudiar en Carora, abandona bruscamente el hogar paterno para continuar estudios de 4º, 5º y 6º grados en la célebre Escuela Federal Graduada “Egidio Montesinos”. Es cuando conoce al carismático luchador social y vehemente intelectual y periodista Cecilio Zubillaga Perera, quien será el primero en descubrir la vocación fundamental de Alirio Díaz y quien hasta sus últimos años logró verlo como un artista realizado.
Luego de esos tres años de vida material insoportable el joven Díaz se dirige a la ciudad de Trujillo, en donde va a dar comienzo definitivo a los estudios académicos de la música, propiamente lecciones de Teoría, saxofón y clarinete, bajo la dirección del renombrado maestro, compositor y director de Banda Laudelino Mejías. Para éste y otras personalidades trujillanas, lleva cartas de recomendación de parte de Don Cecilio, cartas en las que el sabio caroreño decreta el porvenir artístico de Alirio. En ese entonces, para ganarse el pan el joven tiene que aprender nuevas profesiones: tipografía, mecanografía, inglés, corrector de pruebas periodísticas, guitarrista popular acompañante en Radio Trujillo y saxofonista en la Banda del Estado.
Siempre obedeciendo a los mandatos espirituales de Don Cecilio, con su guitarra, sus libros y sus profesiones, viaja a Caracas en septiembre de 1945, donde descubrirá las bases definitivas de su porvenir de músico.
Al ingresar a la Escuela Superior de Música “José Angel Lamas” tendrá como ductores a los maestros Pedro A. Ramos en Teoría y Solfeo, Juan Bautista Plaza de Historia y Estética de la Música, Raúl Borges de Guitarra, Vicente Emilio Sojo y Primo Moschini en Armonía. Como ejecutante de clarinete es acogido en las filas de la Banda Marcial que dirigía el maestro Pedro Elías Gutiérrez y el maestro Sojo lo incorpora en la fila de los tenores del mejor coro que ha tenido Venezuela, el memorable Orfeón Lamas . Pero su modus vivendi quedó resuelto cuando los músicos populares de la esquina de la Torre y de la magnífica orquesta de César Viera en la Radio Tropical lo llaman para trabajos profesionales, a lo cual se añadió un pequeño subsidio que, gracias al maestro Sojo, le fue otorgado por el Ministerio de Educación Nacional.
1950 es el año de gracia para Alirio Díaz; es cuando se da a conocer mediante repetidos y brillantes recitales tanto radiales como privados y públicos. Memorables sus primeras presentaciones en la sede de la “Lamas”, en la Biblioteca Nacional de Caracas -el 12 de febrero de 1950- y poco después en los Ateneos de Valencia, Barquisimeto y Trujillo de los que obtuvo magníficas críticas de parte de Eduardo Lira Espejo, Eduardo Feo Calcaño y Sergio Baudo. Ya desde entonces interpretaba en la guitarra lo mejor de su repertorio, incluyendo las obras de los más notables maestros venezolanos como Borges, Sojo y Lauro. Mención especial merece igualmente su participación en el gran concierto que se celebró en mayo de 1950 en la Escuela Superior de Música dedicado a Juan Sebastián Bach. Se trataba de la conmemoración del bicentenario de la muerte del grande músico alemán en la que Alirio Díaz se distinguió con una memorable interpretación de la célebre Chacona de Bach.
En julio de ese año concluyen los estudios del joven músico venezolano, y es entonces cuando proyecta viajar a Europa para un consiguiente post-grado artístico. Serán dos personalidades a ocuparse del asunto, el pintor venezolano Clemente Pimentel y el crítico musical chileno Eduardo Lira Espejo, y poco después un nutrido grupo de figuras representativas de la cultura venezolana el Ministerio de Educación Nacional respondió aprobando la concesión de un subsidio para Alirio. Para noviembre ya se encuentra en Madrid, en donde ya en el Conservatorio de Música y Declamación es acogido por el célebre compositor y guitarrista Regino Sainz de la Maza. Mientras realiza sus estudios ocupa un precioso espacio de tiempo para efectuar recitales -siempre con éxito extraordinario- en los más importantes centros de cultura española: Ateneo de Madrid, Teatro Español, Palacio de la Música de Barcelona, la Alhambra de Granada, Teatro Principal de Valencia. Estrecha relaciones amistosas con intelectuales y músicos (Gerardo Piego, Joaquín Rodrigo, Moreno Torroba, García Nieto, Narciso Yépez, Emilio Pujol, Daniel Fortea, Eugenia Serrano, Federico Monpou, Xavier Montsalvage, Joaquín Achucarro.
A mediados de 1951 emprende viaje a Italia siempre con la inquietud del perfeccionamiento. Italia viene a ser el espacio ideal para la total proyección de su personalidad. Al enterarse de que la más eminente figura de la guitarra y una de las más ilustres de la música a lo largo del siglo XX era y seguía siéndolo Andrés Segovia, había emprendido una nueva actividad artística en Siena, como eran sus cursos de alto perfeccionamiento en las aulas de la célebre Academia Musical Chigiana de aquella ciudad, el joven virtuoso venezolano decide participar en tales cursos. No titubeó el gran maestro desde apenas lo conoce y lo oye en aclamarlo como el mejor de los estudiantes que habían desfilado por la Academia, lo cual equivalía a considerarlo como la mejor promesa de la guitarra en el mundo. En efecto un par de años más tarde Alirio llega a ser no sólo el discípulo del maestro sino su asistente y sustituto en la propia Academia Chigiana.
Bajos tales auspicios artísticos se expanden sus actuaciones por toda la República Italiana, a la cual contribuyen de modo determinante sus amigos, mecenas y colegas del arte musical. Y no están ausentes sus más admirados autores venezolanos: Borges, Sojo y Plaza. Casualmente fue este último quien por primera vez lo presentó formalmente al gran público de Roma en un brillante recital auspiciado por el embajador venezolano Alberto Arvelo Torrealba. Descubriendo en Italia una segunda patria desde allá viaja por todo el continente europeo siempre por motivos inherentes a la profesión artística. Son ininterrumpidas sus peregrinaciones por los cinco continentes por donde aparece actuando, como solista y con grupos sinfónicos bajo la dirección de renombrados directores como Celibidache, Stokowsky, Estévez, Kostelanez, Frubek, Iturbi, entre otros.
Durante estas actividades Alirio fue tomando conciencia del alto valor de las manifestaciones musicales populares, y siguiendo las huellas de Vicente Emilio Sojo, en sus viajes a Venezuela dedicaba gran parte de su tiempo a la recopilación de cantos de origen popular, muchos de los cuales, luego de cuidadosas armonizaciones guitarrísticas eran -y siguen siéndolo- interpretadas ante públicos de todo el mundo. De las mismas quedan ediciones y grabaciones discográficas, fruto de estas experiencias. Dignos de resaltarse son las investigaciones realizadas desde un punto de vida crítico, analítico y musicológico sobre el mismo argumento popular, gran parte de los cuales publicó en su libro Música en la vida y lucha del pueblo venezolano yen diversos periódicos y revistas venezolanas. Buena parte de estos trabajos están también reflejados en su obra autobiográfica Al divisar el humo de la aldea nativa.